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La historia de Manuela Zoccali, la astrónoma italiana se quedó en Chile después de conocer nuestro desierto

8 enero 2024


Hace 20 años estableció su residencia en nuestro país persiguiendo el objetivo que se propuso desde que era niña: contemplar las estrellas. “El estudio del universo permite mantener un espacio para la belleza en nuestra vida”, reflexiona.

Hace 20 años, la astrónoma Manuela Zoccali llegó a Chile y desde entonces, se ha dedicado a la docencia y la investigación bajo el amparo del Instituto de Astrofísica de la UC. Pero estas líneas no son capaces de resumir la vida de esta destacada profesional. 

Su historia comienza en la pequeña ciudad de Reggio Calabria, al sur de Italia, donde pasó los primeros 18 años de su vida soñando con estudiar las estrellas. Persiguiendo ese objetivo se mudó al norte para estudiar Astronomía, en la Universidad de Padua (cerca de Venecia), donde obtuvo el pregrado y el doctorado. Y entre medio de varios desvíos, terminó viviendo en Chile, donde cumplió con el propósito que la impulsó desde pequeña. 

Hoy asegura sentirse satisfecha con los pasos dados: “cumplí con todo lo que me propuse de chica. Logré convertirme en una astrónoma profesional exitosa con un trabajo permanente, buenos colegas y amigos, y desafíos estimulantes para el futuro”, reflexiona.  

El encuentro con el desierto

Cumpliendo con una beca de postdoctorado en el Observatorio Europeo Austral (ESO), en Múnich, a Manuela le tocó visitar muchas veces a nuestro país para testear lo que, en esa época, era un nuevo instrumento de espectroscopía, en el desierto de Atacama. “Estando acá me encantó y me di cuenta que me sentía muy a gusto, con las condiciones profesionales y la cultura local”, recuerda. Por lo que, cuando terminó su contrato con la ESO, prefirió quedarse en Chile y para ello aceptó un segundo contrato postdoctoral, financiado por la Fundación Andes, en conjunto entre la UC y la Universidad de Princeton. Estando acá, además, se enamoró y tuvo una hija. 

“Por todas esas razones, me animé a postular a un cargo de profesor que se abrió un año después, quedé y no me moví más”, relata. 

Su historia, dice, no es excepcional. “Es común que los profesionales extranjeros que se dedican a la astronomía se encuentren con el desierto y se encanten con lo que pueden apreciar estando acá. En la época en la que yo llegué (año 2003), además, el área estaba creciendo rápidamente a nivel local y vivía -y se vive- un ambiente horizontal y diverso muy rico, donde hay acceso todo el tiempo a herramientas de gran nivel, como los telescopios”, confiesa. 

Descubriendo la Vía Láctea

Una de las cosas que le dan más satisfacción a Zoccali es ejercer la docencia. “Hay mucha gratificación al contribuir con el avance del conocimiento. Puedes ver a tus ex alumnos  crecer en sus carreras, hacer buenas gestiones, ser testigo de su crecimiento y disfrutar de sus resultados. Eso es algo muy bonito”, reconoce. 

Más aún, le gusta su trabajo de investigación. Hace años que está trabajando en el estudio de la región central de la Vía Láctea con el objetivo, a largo plazo, de entender su formación. “Trato de utilizar herramientas variadas para lograr el objetivo: mido y cuento estrellas, abundancias químicas superficiales, movimientos de estrellas en el plano del cielo y a lo largo de la línea de visión, para reconstruir sus órbitas. También busco estrellas variables, importantísimas para aislar poblaciones en rango de edad acotado, y para medir distancias”, detalla. 

“En este momento el misterio más grande es qué hay —y cómo se formó— la parte más cercana al centro, donde además de estrellas hay mucho gas denso y polvo. Esa parte está muy poco explorada, por estar escondida por el mismo polvo, y porque la densidad de estrellas es tal que los instrumentos recién están logrando resolverlas un poco”, añade.

Dentro de esta investigación ha podido, además, hacer aportes a la ciencia. “Logramos armar la parte central de la Vía Láctea con estructura 3D y confirmar que esta zona está compuesta por dos componentes, con propiedades diferentes, lo que ya se está instalando como conocimiento adquirido”, afirma.

Para las futuras generaciones, Zoccali les aconseja a estudiar carreras que los motiven. “A mi me gusta la ciencia y siempre tuve habilidades para las matemáticas y el pensamiento abstracto. Si me hubiera dedicado a otra disciplina, estoy segura, me habría sentido muy frustrada”.

“Y personalmente, el estudio del universo permite apreciar mucha belleza”, reflexiona. 


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